martes, 26 de abril de 2011

Enseñanzas

Siempre hemos oído hablar de la sabiduría de la “Naturaleza”, de que hay que dejarla
obrar, puesto que si logró que nuestro planeta posea el grado de biodiversidad que tiene
será por algo. Sin embargo la naturaleza, a nuestros ojos, también puede ser muy cruel:
fenómenos meteorológicos como el Katrina, o el más reciente terremoto de Haití, el
nacimiento de seres deformes, o la incontable cantidad de enfermedades genéticas que
se padecen en todo el mundo nos hace, al menos, que nos cuestionemos esa sabiduría de
la “Madre Naturaleza”.

La Ingeniería Genética se atreve a tocar los ladrillos que construyen la vida y provocar
cambios que en muchas ocasiones tardarían miles de años en producirse: obtener
vegetales resistentes a las plagas, terapias génicas que producen curaciones casi
“milagrosas”, y un largo etc, que harían inclinar el fiel de la balanza hacia los
defensores de estas prácticas.

En el otro plato de la balanza estarían todos aquellos que temen el intrusismo de la ciencia: clonar animales y plantas en nuestro propio beneficio puede poner fin a la biodiversidad; también provocar mutaciones genéticas puede producir resultados no previstos, ya que estamos jugando con un complejísimo mecanismo de precisión del que solo conocemos una minúscula parte…

Sin lugar a dudas, donde más reparos encontramos es en la utilización de la ingeniería
genética en el ser humano.Si se pudiesen clonar personas (cosa de la que parece que estamos muy cerca) ¿no podríamos caer en la tentación de crear “un mundo feliz” como el de Huxley? ¿no
podríamos caer en la tentación de crear seres infrahumanos (descerebrados) para tener
órganos de repuesto para cuando falle alguno de los nuestros? Podríamos, claro que
podríamos; si fuimos capaces de hacer dos guerras mundiales en menos de 50 años.

Debemos quedarnos parados, cerrar todos los centros de investigación en ingeniería
genética, o en física (mira que si el acelerador de partículas de Ginebra crea un agujero
negro y nos desintegramos…)
¿Y por qué no volvemos a las cavernas para vivir en armonía con la naturaleza? No creo
que haya que tenerle miedo al progreso; sí creo que es muy importante que regulemos
qué es lo que podemos hacer y qué no vamos a poder hacer y que establezcamos las
normas, los sistemas de control y los castigos para quienes creyéndose una casta, raza,
élite, o lo que sea, superior a los demás, decidan pasarse de la raya.
La naturaleza es muy sabia, pero su tiempo y el nuestro son distintos. Nosotros como
mucho tenemos 80 y 90 años de existencia; ella se puede permitir el lujo de ir despacio,
nosotros no. Ella tiene que mirar por todos los seres vivos del planeta; nosotros ya nos
hemos dado cuenta que también ahí tardamos más, pero estamos apurándonos.
Estoy convencida de que la Ingeniería Genética va a hacernos comprender más de la
Naturaleza, a respetarla y a hacerla a ella “un poquito más humana”.