domingo, 24 de abril de 2011

Nuevas pruebas sobre los peligros de la ingeniería genética

Las nuevas biotecnologías que manipulan los genes de bacterias, virus, semillas, animales y seres humanos están inmersas en un mar de controversia e incertidumbre. Desde que se concibió la comercialización de productos transgénicos, a mediados de la década del 70, destacados científicos pidieron cautela y advirtieron sobre los riesgos, aun en la fase deinvestigación.

En las dos décadas siguientes, la industria estadounidense en particular tomó la delantera. Tras el lanzamiento al mercado del tomate Flavr Savr, el primer alimento transgénico del mundo en comercializarse, comenzó un proceso de desregulación. Ese tomate fue un fracaso comercial y fue retirado del mercado dos años después, pero la industria triunfó, porque hoy en día no existe en Estados Unidos una regulación integral sobre bioseguridad ni el etiquetado de alimentos transgénicos, aunque más de 80 por ciento de los consumidores encuestados lo reclaman.
 


En contraste, Europa tiene un sistema más estricto y amplio de control y regulación de la biotecnología. Las normas de la Unión Europea exigen a los países miembros, “de acuerdo con el principio cautelar, garantizar que se tomen todas las medidas apropiadas para evitar efectos adversos sobre la salud humana y el ambiente que puedan derivarse del lanzamiento deliberado o la introducción de organismos transgénicos en el mercado”.
Preocupados, los países en desarrollo exigieron un tratado mundial para regular los organismos y productos genéticamente modificados. Pese a la fuerte resistencia de los principales países productores de transgénicos, obtuvieron el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, si bien bastante debilitado.