domingo, 24 de abril de 2011

Polémica sobre ingeniería genética

Existen distintos puntos de vista respecto al uso y fabricación de estos "especiales" alimentos:


A favor:
La biotecnología, una esperanza para el tercer mundo.
Los alimentos genéticamente modificados son cuestionados entre los europeos bien alimentados, pero, según Bill Gates, presidente de Microsoft, son los países pobres los que más los necesitan.
Las estadísticas sobre crecimiento de la población y hambre son preocupantes. El año pasado, la población mundial llegó a los 6.000 millones. Y Naciones Unidas calcula que hacia el año 2050 probablemente rondará los 9.000 millones. Casi todo ese crecimiento se producirá en los países en vías de desarrollo. Al mismo tiempo, la superficie de tierra cultivable por persona es cada vez menor. Las tierras arables no han cesado de disminuir desde 1960 y se reducirán a la mitad en los próximos 50 años, según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-Biotécnicas.
Naciones Unidas calcula que aproximadamente 800 millones de personas en el mundo están infraalimentadas. Los efectos son devastadores. Cerca de 400 millones de mujeres en edad de tener hijos padecen deficiencias de hierro, lo que significa que sus bebés corren el riesgo de sufrir diversos defectos congénitos. Nada menos que 100 millones de niños sufren carencia de vitamina A, una de las principales causas de ceguera. Decenas de millones de personas sufren otras importantes dolencias y deficiencias nutritivas causadas por la falta de alimentos.
En este aspecto la biotecnología es de gran ayuda. Los biotecnólogos han desarrollado un arroz genéticamente modificado reforzado con beta-carotenos -que el cuerpo convierte en vitamina A- y hierro, y trabajan en otros tipos de cultivos con sus características nutritivas mejoradas.
La biotecnología puede mejorar también la productividad agrícola en lugares donde la escasez de alimentos es consecuencia de daños en las cosechas atribuibles a las plagas, la sequía, terrenos pobres y virus, hongos y bacterias que afectan a los cultivos.
El daño que causan las plagas es increíble. El barrenador del maíz europeo, por ejemplo, destruye anualmente 40 millones de toneladas de la cosecha mundial, aproximadamente el 7% del total. La introducción de genes resistentes a las plagas en las semillas puede contribuir a restaurar el equilibrio. Y en las pruebas con algodón resistente a las plagas en África, las cosechas han aumentado considerablemente. Hasta el momento, los temores a que los cultivos transgénicos resistentes a las plagas puedan matar no sólo a los insectos perjudiciales sino también a los beneficiosos parecen carecer de fundamento.
Muchos científicos creen que la biotecnología podría aumentar la productividad de las cosechas, en general en los países en vías de desarrollo, en un 25% y contribuir a evitar la pérdida de cosechas una vez recolectadas.
Sin embargo, a pesar de todas estas promesas, la biotecnología dista mucho de ser la solución total. En los países en desarrollo la pérdida de cosechas es sólo una de las causas del hambre. El papel principal lo desempeña la pobreza. En la actualidad, más de mil millones de personas en todo el mundo disponen de menos de 200 pesetas diarias. La disponibilidad de alimentos transgénicos no reducirá el hambre si los agricultores no pueden permitirse el producirlos o si la población local no puede permitirse el comprar los alimentos que ellos producen.
En Contra:
Las plantas diseñadas para ser más resistentes a los herbicidas permitirán la aplicación de concentraciones más altas en los cultivos, con el resultado de que los alimentos contienen más química, y los ríos y los embalses se contaminarán más. La introducción de la hormona del crecimiento vacuno (rGBH) en las vacas lleva a animales enfermos y sufrientes y a una leche que contiene más antibióticos. Ya se están criando animales con enfermedades para experimentos y una vida de sufrimiento. Peces han sido modificados para crecer más grandes; vacas y cabras han sido modificadas para crear drogas farmacéuticas. Estos animales frecuentemente son enfermizos y tienen una vida más corta. Compañías agroalimentarias occidentales están comprando compañías de semillas en países en vías de desarrollo para poder vender semillas genéticamente modificadas, para controlar el mercado mundial de alimentos y haciendo peligrar la biodiversidad de los cultivos a través de la perdida de las semillas tradicionales.
La contaminación biológica puede ser el mayor peligro resultante de la ingeniería genética. A través de accidentes y falta de controles adecuados nuevos organismos vivos, bacterias y virus podrían escapar para reproducir, migrar y mutar. Existe la posibilidad, aun que pequeña, de pasar sus nuevas características a otros organismos que nunca se podrán recuperar o contener una vez libres en el medio ambiente. Esto es una invitación a una alteración ecológica desastrosa.
Los alimentos transgénicos ya disponibles incluyen soja, (que se utiliza en el 60% de los alimentos procesados) tomates, levadura, productos lácteos y aceite de colza. Pero esto es solo el comienzo. En unos años, a lo mejor será casi imposible encontrar alimentos naturales. De todos los riesgos indeseados de la tecnología moderna, los de los organismos genéticamente modificados son los más peligrosos. En el peor escenario, no se podrán contener y sus efectos serán irreversibles. Los peligros de la ingeniería genética incluyen animales enfermos, organismos y enfermedades más virulentas, una biodiversidad más reducida, mayor contaminación del agua, el alimento y la tierra, y la alteración del equilibrio de la naturaleza. Con una ya mayor intervención tecnológica en la producción alimentaría, se esta haciendo más común la comida no natural.